España: historia, literatura y sociedad. Siglos XIII–XIX

Poema de Mío Cid

El Cid sale llorando de Vivar, camino del destierro al que ha sido castigado. A la salida ve signos que presagian su regreso. Entra en la ciudad de Burgos, donde el rey Alfonso ha prohibido que le den alojamiento. Nadie se atreve a hablarle, excepto una niña pequeña, que se le acerca y le explica que nadie quiere darle posada por temor al rey.

De los sus ojos    tan fuertemente llorando,

volvía la cabeza    y los estaba mirando.

Vio puertas abiertas    y postigos sin candados,

perchas vacías,    sin pieles y sin mantos

y sin halcones    y sin azores mudados.

Suspiró mio Cid    que tenía grandes cuidados;

Habló mio Cid    bien y tan mesurado:

“¡Gracias a ti, Señor Padre,    que estás en alto!

¡Esto me han vuelto    mis enemigos malos!”.

 

Allí piensan aguijar,    allí sueltan las riendas.

A la salida de Vivar    voló la corneja a diestra,

y, entrando en Burgos,    lo hizo por la siniestra.

Meció mio Cid los hombros    y movió la testa:

“¡Albricias, Álvar Fáñez,    que nos han echado de la tierra!

¡Mas a gran honra    tornaremos a Castilla!

 

Mio Cid Ruy Díaz    por Burgos entró

En su compañía    sesenta pendones

salen a verlo    mujeres y varones,

burgueses y burguesas    por las ventanas se asoman,

llorando de los ojos,    tanto dolor tienen.

De las sus bocas    todos decían una razón:

“Dios, ¡qué buen vasallo,    si tuviese buen señor!”.

 

Le convidarían con agrado    mas ninguno osaba,

porque el rey don Alfonso    tanta saña le tenía.

Antes de la noche    a Burgos llegó la carta,

con gran recaudo    y fuertemente sellada.

Ordenaba que a mio Cid Ruy Díaz    nadie le diese posada,

y que aquel que se la diese    supiese que por seguro

perdería los haberes    y además los ojos de la cara,

y aún además    los cuerpos y las almas.

 

Gran duelo tenían    las gentes cristianas;

se esconden de mio Cid    porque no osan decir nada.

El Campeador    fue hacia su posada

así como llegó a la puerta    la halló bien cerrada,

por miedo al rey Alfonso    que así lo prepararan

que si no la quebrantase    que no se la abriesen por nada.

 

Los de mio Cid    a altas voces llaman,

los de dentro    no les querían contestar;

Aquejó mio Cid,    a la puerta llegaba,

sacó el pie de la estribera    un fuerte golpe le daba;

no se abre la puerta    que bien estaba cerrada.

 

Una niña de nueve años    ante sus ojos se para:

“Ya, Campeador, en buena hora ceñisteis espada!

El rey lo ha vedado    anoche de él entró su carta;

con gran recaudo    y fuertemente sellada.

No osaríamos abriros    ni acogeros por nada;

si no, perderíamos    nuestras pertenencias y las casas.

y aún además    los ojos de las caras.

 

Cid, en nuestro mal    vos no ganáis nada;

mas el Creador os    ayude    con todas sus virtudes sanas”.